XV Zona Militar (Edificio Arróniz)

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Sales cansado y un tanto decepcionado. Sabes que no es un día normal, duele la cabeza y algo está por venir. Tienes la opción de descansar en brazos de Morfeo o deambular cual alma en pena sin rumbo por la inexplorada ciudad.

Tu casa es lejos, el transporte lento, la ciudad grande… la ansiedad acaricia tu presión arterial haciéndola levantarse. La ansiedad, cual prostituta, seduce tu respiración, tus intestinos, frota su culo sobre tus nauseas, soba sus pechos con tu alma. Esta monstruosidad, antes detestada y aborrecida, te ha regalado algo inexplicable; tus piernas, temblorosas e indecisas, caminan débiles y cansadas por la calle San Felipe. La travesía inicia desde la atropellada y cuasi destruida Avenida 16 de septiembre hasta que los latidos del corazón nos permitan dormir en tranquilidad.

Caminas, caminas, y a lo lejos, ves la calle Zaragoza. Zaragoza 224, una fachada de ladrillo y cantera negra. Imponente, amigable, sumamente explorable; tú, curioso e invadido por tu amante la ansiedad, entras al inmueble sin saber qué chingados te vas a encontrar. Una señora, guardia, mirada seca, palabras cortas… le sonríes, te sonríe y todo empieza a cambiar. Te pregunta cosas y lograr abrir la puerta más difícil de penetrar. Un hermoso patio central adornado con ángeles sonrientes, cuatro guardianes en cada esquina que, sin dudarlo, te miran al acercarte a saludar.

Tres plantas, adornadas con marcos únicos en sus puertas. Después, una mujer te guía y te cuenta que fue un convento, que fue desalojado en la época de la Reforma (y semi destruido), te platica que después fue zona militar, fue el museo de Arqueología y hoy es la oficina de la Secretaría de Cultura. Critica el mantenimiento actual, enaltece la formación en la milicia. La construcción, tal cual la ves, fue pensada y materializada en épocas porfirianas, inspirada en corrientes francesas e italianas, con elementos típicos tapatíos.

Cuando menos cuenta te das, estás inmerso en narraciones, leyendas, encuentros y sonrisas. Logras entrar a ver más allá de los lindos niños con alas, descubres vitrales, una fuente y, más de cerca, los cuidadores fijan su mirada en ti. Levantas tu cuerpo hacia el cielo, agradeciendo a la ansiedad la terapéutica visita que te ha generado.

Descubres que los cimientos te llevan cerca de 250 años; que este edificio es pionero en el ahora tan concurrido ladrillo de construcción. Te emocionas, ya no razonas, y comienzas con la canción de Selena a tu alrededor. Es el Bidi Bidi Bom Bom de tu vida, de tu día, de tu corazón. La ansiedad, esa que llamaste prostituta, ahora es tu amiga y confidente; ahora, es la que te motiva a destruir tus rutinas y a nunca permanecer en la línea recta. Hoy, algunas veces, tu mente se entristece al saber que lleva algo colgando en su realidad; otras veces, sonríes porque los momentos buenos te reconfortan y los valoras más que nunca; y las últimas, ni siquiera sabes qué pensar.

 

Tú, amante de la ansiedad, toma la calle San Felipe y ve qué tiene en sus cruces que te pueda llegar a dislumbrar.

 

Fotografías tomadas en este edificio previamente mencionado; hoy alberga la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco aunado a múltiples proyectos culturales independientes.

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