La belleza y el amor se construyen en la percepción
Cansado de andar y andar descubriendo los alrededores del parquea Morelos, me detengo un momento en el parador frente al hospital civil viejo de Guadalajara. No es de extrañarse que mis pensamientos comenzaron a reflexionar tristes historias, momentos duros, recuerdos de seres queridos que han sufrido a lo largo de los pasillos hospitalarios; recuerdo, en segundo plano, que el dolor es parte de la historia y no ha existido momento histórico sin brochazos de dolor, angustia y temor a perder lo más querido entre nuestras manos.
Vacilo entre quedarme y pararme, mas decido arrancar el motor mochilero que me hace compartirles aquí. La mochila viajera me indica que, a no más de 700 metros, se asoma una torre muy al estilo de NotreDame (según digo yo). Olvido mi reflexión y camino entusiasta hacia este hermoso lugar.
Ante mis ojos, la iglesia de Nuestra Señora del Rosario. Estilo neogótico, más nueva que antigua, con el aire más romántico en medio de un lugar no imaginado. Sus paredes talladas en esculturas precisas; sus muros oscuros irradiando luz. Recuerdo ahora los milagros, la esperanza, la alegría… se me vienen a la mente millones de recuerdo donde, envueltos por dolor, sucedes actos hermosos y fructíferos de amor.
Nuestra Señora del Rosario es el oasis en la plaza negra; la luna ardiente que te endulza la noche entre las tinieblas; es el amor secreto que pocos conocen, pero, una vez observado, se vuelve difícil de olvidar.
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