Parece una ley no escrita que se visiten los templos de cualquier lugar al que uno podría llegar en un viaje; maravillarse con la arquitectura, el arte sacro, internarse un poco en las costumbres de ese lugar al que llegamos, es prácticamente una obligación pero más lo es conocer los templos de nuestra propia ciudad, un pedacito de nuestra historia visto con otros ojos.
Un lugar que me tiene maravillada es el bellísimo Templo Expiatorio ubicado en la venida Enrique Díaz de León, un edificio neogótico imponente digno de una postal, testigo de momentos tan importantes como el logro de algunos estudiantes o las más bellas historias de amor.
Su interior causa escalofríos, cada imagen, cada candelabro, cada vitral contienen una vibra magistral llenando nuestros sentidos tocando cada fibra de nuestro corazón, ¿han visto algo que los conmueve hasta las lágrimas? Este lugar puede lograr este efecto.
Su exterior es simplemente mágico, incluso mirándolo en ciertos ángulos podríamos decir que nos encontramos ante un verdadero castillo. Una de sus curiosidades más notables es su reloj de donde salen los apóstoles acompañados de alguna melodía a ciertas horas del día, un pequeño espectáculo que bien vale la pena detenerse para admirar.
La plaza que encuentra justo afuera del templo ha servido a muchos comerciantes para ofrecer sus productos a turistas y transeúntes que gustan deleitarse con tan magnifico edificio, incluso los bares a su alrededor cuentan con terrazas que permiten una mejor vista y las mejores selfies.
Sin duda toda una joya arquitectónica, un icono de nuestra ciudad que aun asombra a quienes pasamos por su lado, un orgullo que sea admirado por los turistas.
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